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lunes, 22 de septiembre de 2014

23-24 DE MAYO DE 1940, MICHAEL CUSTOM, TOKIO

Perdí tiempo pensando en lo que acababa de ocurrir. El suficiente para que la segunda fila pasara delante mio casi arrollándome. Mikky no se paró, es más, fue el primero que salió a correr como si su corazón hubiera marchado antes que él a luchar y quisiera recuperalo. Se empezaron a oír los primeros silbatos y alarmas japonesas avisando sobre nuestro ataque.

Me empecé a mover, pero no demasiado rápido: quería averiguar donde estaban escondidos esos francotiradores que nos iban a defender; esa brigada 34 de Berlín, que ahora probablemente recibiera otro nombre. ¿Sabrá Tom que estoy aquí? ¿Le habrán avisado? Decidí echarle valor; quité el seguro al arma. Al fin y al cabo, alguien tendría que vengar la muerte de Larry.

Había una gran calle principal, por así decirlo, y muchísimos edificios con ventanas a los lados, donde la mayoría del combate ocurría, ya que decidir atacar por la calle principal era estamparte contra el suelo en cuestión de segundos. Una ametralladora MG-721 protegía bien esa zona. Decidí atacar el flanco derecho, ya que vi a McPane delante, y eso me dio un "plus" de seguridad.

Atravesamos todos los edificios. Nadie. Vacío. Hicimos señas a los compañeros que iban por el otro flanco. La misma cara de asombro. De echo, cuando nos fijamos, nos dimos cuenta de que la ametralladora del centro ni siquiera estaba custodiada. Demasiado extraño: Les montamos una emboscada, dan la alarma y deaparecen. 

Los tres capitanes que lideraban la emboscada, entre ellos McPane, se reunieron en la calle principal para decidir si avanzar y ver qué ocurría, o volver y avisar a "los que mandan" de tan extraña conducta. Todos los demás estábamos observándonos unos a otros sin saber qué decir. No encontré entre ellos a Mikky; ¿seguiría con vida? Se oyó un grito, de mujer, corriendo y escupiendo palabras en japonés que nadie lograba entender. Automáticamente todos la apuntamos con el arma: la consideramos una amenaza. En cuanto vimos que era una ciudadana japonesa bajamos las armas, pero el olor a chamusquina no se iba de esa gran calle principal.

La mujer no dejaba de llorar y de gritar, mientras que los tres capitanes intentaban calmarla. Uno de ellos, el más grande, decidió alejarse para comunicarse por radio sobre cuáles debían ser las órdenes ante este contratiempo, mientras que McPane y el otro capitán, llamado Karry, seguían intentando calmarla. De repente apareció de la nada un nuevo grupillo de americanos, entre los que estaba Mikky; parece que no había muerto. Me lo podría contar todo. Suspiré de alivio.

McPane se alejó, ya que su opinión era dejarla ir o meterla un balazo en la frente. No aguantaba a la gente que le ponía nervioso. Karry hizo llamar a dos hombres, entre ellos a Mikky. Eran artilleros de bombas, no lo sabía, pero lo eran. Les habían llevado allí explícitamente para desactivar bombas (lo supe por la insignia del soldado al lado de Mikky). Cuando vimos la escena, obviamente nos alejamos todos. Karry debió tener la idea de que podría ser una trampa. Mikky la examinó y gritó aliviado:

-No lleva nada, capitán. 

Todo el mundo se relajó. McPane estaba jugando con su Colt, y el otro capitán seguía buscando señal de radio. Karry le dio la enhorabuena por el buen trabajo y decidió darle un último vistazo a la mujer que no paraba de llorar y gritar; creería que la estaban intentando violar. La gente pensaba que era el típico repaso del capitán para dar el verdadero visto bueno. Karry palpó algo raro en su pelo, entre el craneo y el pelo. Se levantó como si hubiera visto al mísmisimo diablo:

-¡A cubierto!

Bum.

miércoles, 26 de marzo de 2014

23 DE MAYO DE 1940, MICHAEL CUSTOM, TOKIO

Qué rabia, no nos llevó él. Esta vez era un hombre alto, pelo negro y largo y una mirada espectacularmente alarmante y que inspiraba temor. Se llamaba Harry, y era el típico paleto de Louisiana que se metía al ejército por obligación, bien sea por obligación del ejército de allí o de su familia. Era de esas personas que viéndola una vez de arriba a abajo eras capaz de saber cómo era. Seguro que ahora, mientras escribo esto, está muerto o escondido, y si está vivo, cosa que dudo mucho, probablemente esté intentando averiguar cómo se dispara un arma de fuego.

Una ciudad con grandes lagos e interminables ríos, en un país con una forma no muy distinta a la de mi país, era a donde me dirigía. Sería bonito decir que a pasar las vacaciones con mi familia, pero no; iba allí a matar gente. Gente a la que si no mato yo antes, me matará ella a mí. En el viaje no quise hablar con nadie, porque me di cuenta de qué iba el tema de la guerra visto desde dentro, y no quería volver a intimar con alguien para que luego le degollase un maldito japonés de la manera más sucia.

Bajé del avión. Como siempre había soldados corriendo de un lugar a otro (nunca sabré a dónde se dirigía tanto soldado corriendo de un lado para otro), y muchos tanques y coches. No era normal; el lugar estaba extremadamente lleno. El general que me despertó del hospital, Cole Williams, tenía razón: nos habían trasladado a todos allí.

Mi general esta vez se llamaba McPane: Bajo, fuerte, con una cicatriz en la frente y siempre con una Colt-45 con la que siempre tenía la misma respuesta cuando le preguntaban por qué la llevaba siempre: "Por si las moscas vuelan demasiado rápido, muchacho".

-Señores, la guerra es inminente. Los japoneses están enfadados, pero a la vez aterrados con nuestras continuas victorias. Ellos están furiosos, pero como todo el mundo sabe, "La ira no ayuda al guerrero". Solo quiero que sepan que en esta semana se decidirá el curso de la historia. Se decidirá si el mundo estará dominado por un par de países, o si el mundo seguirá en paz y en armonía. Aunque no se lo crean, depende todo de ustedes. Partiremos al anochecer en pequeños grupos de 6, y al amanecer, atacaremos. En marcha.

Si hay algo que nunca olvidaré es lo bien que hablaban y daban ánimos los comandantes y generales a los soldados rasos. Como bien dijo McPane, al anochecer hubo toque de queda y partimos.

El viaje fue largo, pero se me hizo ameno gracias a la conversación que tuve con un soldado en mi misma situación. Ya sé que no quería hacer amigos, pero en la guerra es hacer amigos o morir de soledad.

Esta vez se llamaba como yo, Michael, pero la gente le llamaba Mikky. Era un chico muy hablador, quizás demasiado, pero a la vez encantador. Era la típica persona con la que jamás te aburrirías. 

Llegamos a una zona con arbustos, donde nos juntamos mitad del grupo, la otra mitad iría por la retaguardia. ¿Sabéis que fue lo mejor? Me tocó en primera fila. Había visto muchas películas; los de primera fila eran los primeros en aparecer en la lista de muertes. Eso sí, me tocó con Mikky, por lo menos...

Justo cuando íbamos a salir, cuando teníamos que dar el primer paso, cuando teníamos que dejar todos los nervios atrás, Mikky me dijo algo. Algo que cambió por completo mi actitud respecto a la batalla.

-Oye, me han contado que nos va a proteger una brigada de francotiradores desde los edificios de la zona. Eso me tranquiliza un poco.

-¿Sabes quiénes son?-le pregunté, porque Mikky siempre sabía sorprendentemente todo sobre todos. Mikky era como la maruja de la brigada.

-Sí, son muy buenos. Consiguieron salir victoriosos de una batalla simplemente ellos contra una brigada de artilleros. Utilizaron los francotiradores cuerpo a cuerpo contra fusiles de asalto, y solo murió uno. Charles creo que se llamaba...

-¡¿Cuerpo a cuerpo?! Madre mía...

El general McPane tenía el silbato preparado en la boca. En cuanto pitara, teníamos que salir como siervos escapando de los latigazos de su amo.

-Sí, de hecho me han contado que había uno muy bueno... si... ¿cómo se llamaba? Emmm... Clom? No...

-¡¿TOM?!¡¿TOM SMITH?!-grité.

-Sí, eso, Tom Smith.

-No te lo vas a creer Mikky, yo...

Sonó el silbato.

domingo, 19 de enero de 2014

7 DE MAYO DE 1940, MICHAEL CUSTOM, FUKUOKA (AFUERAS DE JAPÓN)

Esos ojos azules mirándome inquietos, fríos, sin parpadear. Esa piel blanca como la luna y débil. Esa sangre seca que brotó hace un tiempo de su cuerpo inmóvil. Esas caras que tendrán su madre y su hermano cuando les llegue la notificación de que Larry no volvería a casa.

En cuanto escuché su grito, fui al lugar del que surgía. Las botas me pesaban, el calor me calentaba demasiado el cerebro y no me dejaba pensar en lo peligroso que era acercarse a un lugar hostil en el que un compañero está pidiendo ayuda cuando estás solo, y encima, de noche. Ahí estaba, un hombre camuflado tal y como nos contaron en el entrenamiento rajándole el cuello a mi nuevo amigo. No dudé ni un instante. Agarré el rifle, le apunté, y le disparé en la sien. El tiro sonó siete u ocho veces por el eco. Unas pisadas se oyeron, no sabía si acercándose o alejándose. Ahí estaba yo, de pie, muerto de miedo, apuntando hacia unos árboles con mi rifle de gran precisión, escuchando como Larry se estaba desangrando y tosiendo sangre y yo sin poder hacer nada. Finalmente, después de una hora, apareció una patrulla de soldados americanos que habían sido llamados por Larry un poco antes de lo sucedido. Los japoneses no me atacaron. Podían haberlo hecho, pero no lo hicieron. La patrulla me empezó a preguntar que qué había pasado, pero yo lo había pasado tan mal que ,simplemente, me desmayé.

Bombardeos. Tom escondido en lo más alto de una iglesia disparando sin parar con su francotirador. Matando a cada soldado alemán que se le acercase. Sus compañeros muriendo. Un tanque visualiza a Tom. Tom se queda paralizado del miedo. El tanque dispara hacia la torre de la iglesia. Bum. Me despierto. Había sido un mal sueño. Estaba en el hospital, en una camilla. Un coronel que no conocía apareció y me empezó a hablar:

- Buenos días. ¿Estás mejor, soldado?

-Sí, coronel-sabía que era coronel por las numerosas estrellas que había en su chaqueta verde oscura.

-Me llamo Cole Smith, coronel de las fuerzas americanas. Muchacho, siento la pérdida de tu compañero Larry, es una pena. Los japoneses detectan a los novatos y los matan sin perdón, pero claro, ¡cuando eso lo hacen los americanos, perdemos el respeto de todo el mundo! En fin, perdona chico. ¿Cómo te llamas?

-Michael, señor. Michael Custom.

-Bien, Michael. Prepara tus cosas. Te vas a Tokio.

-¡¿A Tokio?! ¿Por qué?

-Estamos ganando mucho terreno y solo nos queda la gran capital para vencerlos. Estamos trasladando todas nuestras unidades allí.

Me incorporé en la camilla, y, sin ningún tipo de miedo hacia su respuesta, le dije:

-Antes quiero que me haga un favor- el hombre se quedó sorprendido, pero aún así aceptó.

-Quiero que me comunique si el soldado Tom Smith, de la brigada 34 en Berlín, sigue vivo.

-No hay problema, le mandaré una carta cuando llegue a Tokio. Y ahora prepárese.

Una enfermera apareció y me dio mi ropa, mi mochila y, por supuesto, mi gorra. Me vestí y me fui al autobús en el que me esperaban para ir al aeropuerto. Ojalá sea el mismo piloto que en mi primer viaje. Era un cachondo.

miércoles, 1 de enero de 2014

5 DE MAYO DE 1940, MICHAEL CUSTOM, FUKUOKA (AFUERAS DE JAPÓN)

Saltar del helicóptero, caer al suelo con todo el peso de tu cuerpo sobre las botas llenas de barro. Que el viento intente robarte la gorra, que el mar intente hacerte recordar tu ciudad. Esa fue la primera imagen que se me quedó de Japón cuando llegué, hará ya una semana.

Mi trabajo era simple, lo único que tenía que hacer era vigilar un puesto de mando lleno de munición y armas que estaba bastante alejado de nuestro campamento. Eso facilitaba que el enemigo pudiera acercarse y robárnoslas, y, para cuando llegaran los refuerzos del campamento, no quedaría ni rastro de los ladrones.

No tenía ningún miedo. Tenía claro que podía derrotar a cuantos enemigos se me acercaran. Vigilaba el puesto con un chaval, más o menos de mi edad, llamado Larry. Tuvimos la oportunidad de conocernos porque ustedes no saben lo largos que se hacen ocho horas solos en medio de la nada hasta que llega el turno de guardia siguiente por la mañana. A Larry y a mí nos tocaba el turno de noche. Absolutamente toda la noche vigilando ese puesto. Averigüé que era de Tennessee, que vivía solo con su madre porque su padre había muerto en la guerra y su hermano pequeño estaba empezando la universidad. Larry utilizaba el dinero mensual que le ofrecía el ejército para dar de comer a su madre y mandarle algo a su hermano, por si necesitaba cualquier cosa. Era una verdadera alma caritativa. Me recordaba mucho a Tom, y eso es malo. Muy malo. La verdad es que era muy parecido a él: nunca pensaba en sí mismo, sino en alimentar a su familia. ¿Dónde estará ahora Tom? ¿Cómo le iría en Alemania? Desde luego los alemanes eran más duros de roer que los japoneses, y de eso no hay duda.

Le estaba hablando de Tom a Larry, cuando de repente, sobre las 4:35 de la mañana, escuché un crujido casi imperceptible. En ese momento me puse nervioso:

-¿Has oído eso?

-¿El qué?

-No sé, como un crujido, como.... No sé, pero yo he oído algo. Voy un momento a ver.

Cargué el arma, es increíble el sonido que hacen estos rifles al cargarlos. Pasé por los alrededores del puesto, pero no encontré nada. Simplemente árboles y más árboles. Cuando me disponía a volver, lo escuché. Escuché el sonido que más me había aterrado en toda mi vida: Un grito de Larry.

-¡Larry!¡¿Larry, estás bien?!