24 DE MARZO DE 1940, MICHAEL CUSTOM, ESTADOS UNIDOS
El sol dormía, los pájaros dormían, los árboles descansaban, las hojas esperaban unas horas más para caerse. Esa mañana no fue como cualquier otra. No fue una mañana de esplendor y alegría nada más despertarte. La luna todavía estaba remoloneando, y las estrellas parecían estar fijas en mí, o eso me parecía. A las 6:00 era el toque de queda para la marcha al Cuartel General De Los Estados Unidos, donde nos mandarían a distintos lugares en los que lucharíamos y moriríamos por defender nuestra patria. Fui solo, no me apetecía ir con Tom. Simplemente, porque no le iba a dejar de ver desde ese momento. De quien si me despedí fue de mis padres, bueno, de mi padre. Mi madre no me quiso ni hablar. Ya no teníamos noticias de un hermano, solo faltaba que su otro hijo se marchara a la guerra, y además, por voluntad propia. La verdad, sonaba irónico.
Cogí un par de cosas para el frío, una gorra, y me dirigí a la plaza del pueblo. Cuando llegué, ya estaban todos. Podía notar el miedo en sus miradas, la desesperación de no volver a ese lugar nunca más. Tom estaba el último, más o menos con la misma expresión facial que los otros catorce. Me puse al lado de él, y mientras esperábamos a Cole Williams, tuvimos una pequeña conversación:
-¿Crees que volveremos Mike?
-Seguro Tom. No somos de alto rango, ni siquiera sabemos casi utilizar un arma. Nos llevarán a vigilar o a defender; no creo que nos lleven a nada de más nivel.
-¿Nos separaremos, Mike?
-Jamás. Ni lo pienses. Recuerda que el principal motivo por el que estoy aquí eres tú.
En ese momento, Tom me dio un abrazo. Pude notar como le temblaba todo el cuerpo, y no era del frío. En ese instante apareció Cole con dos soldados más, y nos explicó lo que teníamos que hacer:
-Buenos días a todos. A partir de ahora, quiero que sepan que ustedes son nuestra nación, ustedes son América. Ustedes son los únicos que pueden quitar al mundo de la doctrina de ese alemán tarado. ¿¡Me han entendido?!
-¡Sí, señor!- respondimos todos al unísono.
-Bien, nuestro cometido será llegar al pueblo de Bunker Hill, a 10 kilómetros de aquí, donde nos esperará un helicóptero que nos llevará al Cuartel.
Después de esta charla con un buen intento de motivación, partimos en tres camiones con otros 40 nuevos soldados, que venían de pueblos cercanos. A algunos incluso los conocía.
Al llegar, pudimos ver como un helicóptero nos estaba esperando tal y como dijo Cole. Nos subimos a él, y, sin más dilación, nos fuimos. Ningún lugar está protegido cuando hay guerra.
El Cuartel no es lo que uno se espera. Es simplemente un lugar lleno de soldados de poca edad y con la misma mirada, esperando a ser nombrado. Cole nos dejó ahí, después de decirnos unas últimas palabras: "Buena suerte, muchachos".
Mientras esperábamos Tom y yo nuestro turno, estuvimos pensando en cómo nos distribuiríamos y en como podríamos hablar, ya que incluso estando en el mismo lugar, puede que dos soldados no se vean en todo el día. Una voz de megáfono interrumpió nuestro debate:
-Tom Smith, por favor, Tom Smith, acuda a recepción.
Se me paró el alma, y a él también. Se levantó y fue a recepción. No habló, simplemente escuchó lo que le tenían que decir. Se quedó de piedra, volvió, y preocupado le pregunté:
-¿A qué ciudad te vas, a Tenesee, no?
-Parto a las cercanías de Alemania a luchar con los rusos.
Me quedé de piedra. Nos habían engañado. Se suponía que no partiríamos lejos, y más lejos que eso no hay nada. Lo pero era que, viendo como estaba la cosa, a ver a donde me destinaban a mí.
-Michael Custom, por favor Michael Custom pase a recepción.
Me acerqué. Tenía que tocarme ir con Tom, fue por él por quien vine. No tenía sentido que fuera solo a la guerra. Notaba que mi cuerpo pesaba más y más cuanto más me acercaba. La señorita que había en recepción me quitó esa sensación con una pregunta:
-¿Es usted Michael Custom?
-Sí
-Parte a Japón
Una gran historia en la que se explica el dia a dia de un soldado, inventado por mí, en la Segunda Guerra Mundial.
sábado, 23 de noviembre de 2013
lunes, 4 de noviembre de 2013
23 DE MARZO DE 1940, MICHAEL CUSTOM, ESTADOS UNIDOS
Por primera vez en años, esta mañana no fue como de costumbre. Los pájaros no cantaban, las hojas de los árboles caían y se estancaban en la calle como si del otoño se tratara, y el sol no me levantó por culpa de las nubes que se lo impedían.
Hoy no fui a trabajar. Tom se iba a las once de la mañana y quería estar ahí, para despedirme. Para darle una bonita y sincera despedida, ya que, dios no lo quiera, podría ser la última vez que le viera. No solo se iba él, se iban quince en el pueblo. A mi no me reclutaron gracias a que mi hermano fue en nombre de la familia.
Llegué a la ceremonia de despedida con mi madre, nos sentamos y no dijimos ni una sola palabra. Supongo que mi madre estaría pensando en lo mucho que echaría de menos a Tom, pero no. En lo que de verdad estaba pensando era en irme con él. El ejército estaba abierto a cualquier petición de reclutamiento mientras seas mayor de edad y, para qué engañarnos, aquí no me esperaba un buen futuro. Trabajando en una fábrica creando munición, sin ninguna aspiración en mi vida y viviendo en una familia con la que casi no hablaba. ¿Saben a quién creía que iba a echar más de menos? A Tobby, mi fiel perro. El único que en aquellos días desamparados te alegraba el día con un buen ladrido y una actitud de diversión reflejada en el movimiento de su rabo. Además, pensé que si iba a la guerra, podría averiguar qué le estaba pasando a mi hermano y por qué no nos escribía desde hacía tanto tiempo.
De repente, unas trompetas sonaron. Quince jóvenes, a los que por lo menos diez de ellos volvería a ver, subieron a la tarima. Estaban todos vestidos con el uniforme de la USA Army, con la vista totalmente al frente. Aquel hombre mayor que estuvo en casa de Tom hace tres días subió también y se incorporó a la escena. Fue él el que se puso delante del micrófono, hizo un leve carraspeo con la garganta, y empezó a hablar:
"Buenos días a todos. Soy el coronel Cole Williams, y vengo en representación del ejército de los Estados Unidos de América. Estamos aquí reunidos para reclutar a estos jóvenes que, esperemos que lleguen muy lejos y...
Blablabla, yo no podía escucharle. La verdad, no me importaba mucho. De hecho, no sé ni para qué hablaba. Todo el mundo sabía a lo que venía, no había pérdida. Yo seguía pensando en irme o no con ellos. En ser el número dieciséis de los soldados que se iban. En luchar y, si es necesario, morir con mi compañero Tom. El coronel finalizaba:
"... Quiero que sepan todas las familias de estos grandes emprendedores que serán recompensados con comida y recursos varios durante la ausencia de sus hijos. Dicho esto, queda finalizado el comunicado y procederemos a la última fase. ¿Hay alguien en esta sala, que por un motivo u otro, quiera alistarse en el ejército, y no esté entre los presentes?"
Mi corazón se paró por un instante. No podía respirar. La boca se me quedó seca. Mi brazo, inconscientemente se levantó. ¿Por qué? No lo sé. Simplemente se me levantó. En ese preciso instante, absolutamente todas las personas que estaban en esa despedida fijaron sus ojos en mi. Podía ver miradas de asombro, de sorpresa, de alegría en el caso de Tom, y una, solo una, de total tristeza. La de mi madre. No se podía creer lo que acababa de hacer. Yo, hablando del aquí y el ahora y viendo lo que he visto, jamás hubiera levantado la mano aquel día. Pero uno no sabe lo que le va a pasar hasta que se arriesga.
-¿Cómo te llamas, hijo?
-Michael, señor. Michael Custom.
-Bien, Michael. Bienvenido al ejército de los Estados Unidos. Partiremos mañana a primera hora.
Por primera vez en años, esta mañana no fue como de costumbre. Los pájaros no cantaban, las hojas de los árboles caían y se estancaban en la calle como si del otoño se tratara, y el sol no me levantó por culpa de las nubes que se lo impedían.
Hoy no fui a trabajar. Tom se iba a las once de la mañana y quería estar ahí, para despedirme. Para darle una bonita y sincera despedida, ya que, dios no lo quiera, podría ser la última vez que le viera. No solo se iba él, se iban quince en el pueblo. A mi no me reclutaron gracias a que mi hermano fue en nombre de la familia.
Llegué a la ceremonia de despedida con mi madre, nos sentamos y no dijimos ni una sola palabra. Supongo que mi madre estaría pensando en lo mucho que echaría de menos a Tom, pero no. En lo que de verdad estaba pensando era en irme con él. El ejército estaba abierto a cualquier petición de reclutamiento mientras seas mayor de edad y, para qué engañarnos, aquí no me esperaba un buen futuro. Trabajando en una fábrica creando munición, sin ninguna aspiración en mi vida y viviendo en una familia con la que casi no hablaba. ¿Saben a quién creía que iba a echar más de menos? A Tobby, mi fiel perro. El único que en aquellos días desamparados te alegraba el día con un buen ladrido y una actitud de diversión reflejada en el movimiento de su rabo. Además, pensé que si iba a la guerra, podría averiguar qué le estaba pasando a mi hermano y por qué no nos escribía desde hacía tanto tiempo.
De repente, unas trompetas sonaron. Quince jóvenes, a los que por lo menos diez de ellos volvería a ver, subieron a la tarima. Estaban todos vestidos con el uniforme de la USA Army, con la vista totalmente al frente. Aquel hombre mayor que estuvo en casa de Tom hace tres días subió también y se incorporó a la escena. Fue él el que se puso delante del micrófono, hizo un leve carraspeo con la garganta, y empezó a hablar:
"Buenos días a todos. Soy el coronel Cole Williams, y vengo en representación del ejército de los Estados Unidos de América. Estamos aquí reunidos para reclutar a estos jóvenes que, esperemos que lleguen muy lejos y...
Blablabla, yo no podía escucharle. La verdad, no me importaba mucho. De hecho, no sé ni para qué hablaba. Todo el mundo sabía a lo que venía, no había pérdida. Yo seguía pensando en irme o no con ellos. En ser el número dieciséis de los soldados que se iban. En luchar y, si es necesario, morir con mi compañero Tom. El coronel finalizaba:
"... Quiero que sepan todas las familias de estos grandes emprendedores que serán recompensados con comida y recursos varios durante la ausencia de sus hijos. Dicho esto, queda finalizado el comunicado y procederemos a la última fase. ¿Hay alguien en esta sala, que por un motivo u otro, quiera alistarse en el ejército, y no esté entre los presentes?"
Mi corazón se paró por un instante. No podía respirar. La boca se me quedó seca. Mi brazo, inconscientemente se levantó. ¿Por qué? No lo sé. Simplemente se me levantó. En ese preciso instante, absolutamente todas las personas que estaban en esa despedida fijaron sus ojos en mi. Podía ver miradas de asombro, de sorpresa, de alegría en el caso de Tom, y una, solo una, de total tristeza. La de mi madre. No se podía creer lo que acababa de hacer. Yo, hablando del aquí y el ahora y viendo lo que he visto, jamás hubiera levantado la mano aquel día. Pero uno no sabe lo que le va a pasar hasta que se arriesga.
-¿Cómo te llamas, hijo?
-Michael, señor. Michael Custom.
-Bien, Michael. Bienvenido al ejército de los Estados Unidos. Partiremos mañana a primera hora.
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