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martes, 29 de octubre de 2013

19 DE FEBRERO DE 1940, MICHAEL  CUSTOM, USA

La mañana era fría. Era una de esas mañanas en las que tu madre te cubría con una manta para no llevar un buen resfriado al día siguiente al colegio. Me levanté pronto, antes de que el sol se asomara entre las montañas.

Mi nombre es Michael, tengo 19 años y vivo en los Estados Unidos de América. Dejé de estudiar con 16 años, ya que mi familia no tenía dinero para pagarme los estudios, al igual que mi mejor amigo Tom, al que conocía desde que éramos unos chiquillos. Me vi obligado a trabajar en la primera oferta que encontré, y fue en una fábrica en la que se utilizaba la basura para hacer herramientas de trabajo, cubiertos, etc. Bueno, eso antes... En los últimos meses solo trabajábamos con metales para hacer armas y munición para la guerra. No piensen mal, mi país no estaba involucrado en ella, simplemente ofrecía armas y munición a Inglaterra y Francia como principales motores de exportación.

Cuando llegué a casa, mi familia me estaba esperando para cenar. Después de saludar a mi perro Tobby, me senté en la mesa y cené sin que ni mis pardes ni mi hermana dijeran una sola palabra. Mis padres se llaman Carl y Mary, y mi hermana Brittany. Estoy muy orgulloso de ella, ya que es la única que ha tenido la oportunidad de estudiar en la familia, y está aprovechando esa oportunidad al máximo estudiando psicología.

En la mesa siempre se hablaba de cómo nos había ido el día, pero no desde que Paul, mi hermano, se fue. Él era la persona que me enseñó en quién se puede confiar y en quién no. La persona que nunca me dejó de lado. La única persona que había confiado en mi siempre. Tenía 25 años cuando le reclutaron para ir la guerra. Siempre nos había escrito una carta cada semana , pero desde hace dos meses no nos había llegado ninguna carta suya, y tanto mis padres como yo, estábamos en un sinvivir. Aún recuerdo como si de hoy se tratara aquel día. Aquella mañana que cambió mi vida por completo.