20 DE MARZO DE 1940, MICHAEL CUSTOM, ESTADOS UNIDOS
Levantarte, escuchar el leve y fino pío de los pájaros en tus oídos, recibir los primeros rayos de sol de la mañana, ese olor y frescor que te ofrece la naturaleza por la mañana... Eso era lo que me hacía levantarme cada mañana. Esa paz, esa tranquilidad absoluta, ese aislamiento de lo que era en realidad la vida. La primavera había llegado.
Todavía me sigo preguntando cómo un día con tal esperanzador comienzo, podía acabar con aquel desamparado final.
Me vestí rápido, cogí un par de cosas y me dirigí a buscar a Tom para ir a trabajar. Nunca había tenido un amigo como Tom, siempre habíamos hecho todo juntos.
Tom era alto, fuerte, con una peculiar peca en el moflete que le hacía tener una expresión misteriosa cuando quería. Tenía el pelo negro como la noche y los ojos marrones como el barro. Solo nos diferenciábamos en una cosa, y era en la familia. Sus padres le daban a él y a sus dos hermanos todo lo que quisieran, no tenían problema de dinero. Y se preguntarán, ¿qué hace entonces este personaje tan agraciado con alguien como yo, trabajando en una fábrica? La respuesta es simple: Tom renunció a esa vida por seguir teniendo contacto conmigo. Fue capaz de decirle a sus padres que no quería estudiar para quedarse a hacer lo mismo que yo. Es una persona en la, como podéis ver, se podía confiar.
A la vuelta del trabajo, siempre le dejaba en su casa, ya que la mía estaba más lejos. Aquí fue cuando mi vida y mi futuro se verían marcados. En su casa estaban su madre, su padre y alguien ajeno a nosotros, pero que por los atuendos que vestía, hubiera dicho que era un hombre de alto rango militar.
Tom se asustó mucho, ya que no era normal esa situación, y me pidió que esperara fuera. Tiempo después, cuando el frío se empezaba a apoderar de mí y la noche empezaba a caer, apareció Tom. No le reconocí. Tenía la cara tan pálida como la nieve, y se movía como si tuviera una dificultad al andar, con la boca abierta. Cuando le pregunté qué había pasado, él me respondió: "Me reclutan para ir a la guerra". El silencio se apoderó de nosotros. Solo fui capaz de responderle:
-¿Cuándo?
-Dentro de tres días
Pasaron unos minutos hasta que, sin saber qué decir, me fui a casa.
Como todas las noches, se me estaba esperando para cenar, pero ese día, el que no quería hablar era yo. Después del primer plato, mis padres me preguntaron qué tal me había ido el día. No tuve el valor de decir la noticia de Tom, así que simplemente respondí: "Bien".
Hay un proverbio en mi ciudad que dice: "Si el lobo aúlla fuerte, mejor que estés en la cama y no verle". Siempre ha sido contado a los niños pequeños para que no se vayan tarde a la cama. Yo siempre había sido de irme a la cama pronto, pero hoy, no podía dormir. Simplemente no podía dejar de pensar en ello.
Finalmente, conseguí conciliar el sueño. Pero, ¿y si me iba con él? Él había dejado la buena vida que le esperaba por mí, ¿por qué no devolverle el favor? Era una idea disparatada, y que la primera vez que la pensé, mi sentido común la rechazó al instante. Pero en estos tres días, tuve mucho tiempo para pensar, demasiado...
Una gran historia en la que se explica el dia a dia de un soldado, inventado por mí, en la Segunda Guerra Mundial.
miércoles, 30 de octubre de 2013
martes, 29 de octubre de 2013
19 DE FEBRERO DE 1940, MICHAEL CUSTOM, USA
La mañana era fría. Era una de esas mañanas en las que tu madre te cubría con una manta para no llevar un buen resfriado al día siguiente al colegio. Me levanté pronto, antes de que el sol se asomara entre las montañas.
Mi nombre es Michael, tengo 19 años y vivo en los Estados Unidos de América. Dejé de estudiar con 16 años, ya que mi familia no tenía dinero para pagarme los estudios, al igual que mi mejor amigo Tom, al que conocía desde que éramos unos chiquillos. Me vi obligado a trabajar en la primera oferta que encontré, y fue en una fábrica en la que se utilizaba la basura para hacer herramientas de trabajo, cubiertos, etc. Bueno, eso antes... En los últimos meses solo trabajábamos con metales para hacer armas y munición para la guerra. No piensen mal, mi país no estaba involucrado en ella, simplemente ofrecía armas y munición a Inglaterra y Francia como principales motores de exportación.
Cuando llegué a casa, mi familia me estaba esperando para cenar. Después de saludar a mi perro Tobby, me senté en la mesa y cené sin que ni mis pardes ni mi hermana dijeran una sola palabra. Mis padres se llaman Carl y Mary, y mi hermana Brittany. Estoy muy orgulloso de ella, ya que es la única que ha tenido la oportunidad de estudiar en la familia, y está aprovechando esa oportunidad al máximo estudiando psicología.
En la mesa siempre se hablaba de cómo nos había ido el día, pero no desde que Paul, mi hermano, se fue. Él era la persona que me enseñó en quién se puede confiar y en quién no. La persona que nunca me dejó de lado. La única persona que había confiado en mi siempre. Tenía 25 años cuando le reclutaron para ir la guerra. Siempre nos había escrito una carta cada semana , pero desde hace dos meses no nos había llegado ninguna carta suya, y tanto mis padres como yo, estábamos en un sinvivir. Aún recuerdo como si de hoy se tratara aquel día. Aquella mañana que cambió mi vida por completo.
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