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miércoles, 26 de marzo de 2014

23 DE MAYO DE 1940, MICHAEL CUSTOM, TOKIO

Qué rabia, no nos llevó él. Esta vez era un hombre alto, pelo negro y largo y una mirada espectacularmente alarmante y que inspiraba temor. Se llamaba Harry, y era el típico paleto de Louisiana que se metía al ejército por obligación, bien sea por obligación del ejército de allí o de su familia. Era de esas personas que viéndola una vez de arriba a abajo eras capaz de saber cómo era. Seguro que ahora, mientras escribo esto, está muerto o escondido, y si está vivo, cosa que dudo mucho, probablemente esté intentando averiguar cómo se dispara un arma de fuego.

Una ciudad con grandes lagos e interminables ríos, en un país con una forma no muy distinta a la de mi país, era a donde me dirigía. Sería bonito decir que a pasar las vacaciones con mi familia, pero no; iba allí a matar gente. Gente a la que si no mato yo antes, me matará ella a mí. En el viaje no quise hablar con nadie, porque me di cuenta de qué iba el tema de la guerra visto desde dentro, y no quería volver a intimar con alguien para que luego le degollase un maldito japonés de la manera más sucia.

Bajé del avión. Como siempre había soldados corriendo de un lugar a otro (nunca sabré a dónde se dirigía tanto soldado corriendo de un lado para otro), y muchos tanques y coches. No era normal; el lugar estaba extremadamente lleno. El general que me despertó del hospital, Cole Williams, tenía razón: nos habían trasladado a todos allí.

Mi general esta vez se llamaba McPane: Bajo, fuerte, con una cicatriz en la frente y siempre con una Colt-45 con la que siempre tenía la misma respuesta cuando le preguntaban por qué la llevaba siempre: "Por si las moscas vuelan demasiado rápido, muchacho".

-Señores, la guerra es inminente. Los japoneses están enfadados, pero a la vez aterrados con nuestras continuas victorias. Ellos están furiosos, pero como todo el mundo sabe, "La ira no ayuda al guerrero". Solo quiero que sepan que en esta semana se decidirá el curso de la historia. Se decidirá si el mundo estará dominado por un par de países, o si el mundo seguirá en paz y en armonía. Aunque no se lo crean, depende todo de ustedes. Partiremos al anochecer en pequeños grupos de 6, y al amanecer, atacaremos. En marcha.

Si hay algo que nunca olvidaré es lo bien que hablaban y daban ánimos los comandantes y generales a los soldados rasos. Como bien dijo McPane, al anochecer hubo toque de queda y partimos.

El viaje fue largo, pero se me hizo ameno gracias a la conversación que tuve con un soldado en mi misma situación. Ya sé que no quería hacer amigos, pero en la guerra es hacer amigos o morir de soledad.

Esta vez se llamaba como yo, Michael, pero la gente le llamaba Mikky. Era un chico muy hablador, quizás demasiado, pero a la vez encantador. Era la típica persona con la que jamás te aburrirías. 

Llegamos a una zona con arbustos, donde nos juntamos mitad del grupo, la otra mitad iría por la retaguardia. ¿Sabéis que fue lo mejor? Me tocó en primera fila. Había visto muchas películas; los de primera fila eran los primeros en aparecer en la lista de muertes. Eso sí, me tocó con Mikky, por lo menos...

Justo cuando íbamos a salir, cuando teníamos que dar el primer paso, cuando teníamos que dejar todos los nervios atrás, Mikky me dijo algo. Algo que cambió por completo mi actitud respecto a la batalla.

-Oye, me han contado que nos va a proteger una brigada de francotiradores desde los edificios de la zona. Eso me tranquiliza un poco.

-¿Sabes quiénes son?-le pregunté, porque Mikky siempre sabía sorprendentemente todo sobre todos. Mikky era como la maruja de la brigada.

-Sí, son muy buenos. Consiguieron salir victoriosos de una batalla simplemente ellos contra una brigada de artilleros. Utilizaron los francotiradores cuerpo a cuerpo contra fusiles de asalto, y solo murió uno. Charles creo que se llamaba...

-¡¿Cuerpo a cuerpo?! Madre mía...

El general McPane tenía el silbato preparado en la boca. En cuanto pitara, teníamos que salir como siervos escapando de los latigazos de su amo.

-Sí, de hecho me han contado que había uno muy bueno... si... ¿cómo se llamaba? Emmm... Clom? No...

-¡¿TOM?!¡¿TOM SMITH?!-grité.

-Sí, eso, Tom Smith.

-No te lo vas a creer Mikky, yo...

Sonó el silbato.