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lunes, 9 de diciembre de 2013

30 DE ABRIL DE 1940, MICHAEL CUSTOM, ESTADOS UNIDOS

Este mes ha sido horrible. Para empezar, hemos tenido que hacer una cantidad de entrenamientos impresionante y no he visto a Tom en toda la semana. En este país se hacen entrenamientos distintos para cada país contra el que vas a luchar. El que estaba haciendo Tom, contra Alemania, era más táctico y sigiloso. Los alemanes siempre han tenido fama de caer en trampas múltiples de francotiradores y demás. Por ello, Tom eligió ser francotirador. Le enseñaron el arte del sigilo y de aguantar la respiración en posición de disparo. Era bueno. Muy bueno. Por lo que dijeron, uno de los mejores francotiradores de la ciudad.

Por otro lado, mi entrenamiento fue totalmente distinto. Los japoneses no caían tan fácilmente en ese tipo de tretas, sino que eran ellos los que eran capaces de, con una capa por encima del cuerpo de ramas y hojas, no ser descubiertos. Mi entrenamiento fue más el cuerpo a cuerpo. Aprender a utilizar todo tipo de fusiles de asalto, subfusiles, ametralladoras, etc. y, como lo más importante para mí, el entrenamiento de nuestros reflejos y la pérdida del miedo. Por lo que me contaron, era muy común ir andando por un camino sin que haya nadie y de repente encontrarte con una oleada de japoneses camuflados apareciendo de arbustos e incluso del mismo suelo, yendo a por ti sin ningún tipo de temor con una bayoneta. La bayoneta era el arma que utilizaban los japoneses. Un rifle como otro cualquiera con la particularidad de que tenía enganchado a la parte final del rifle una especie de puñal o sable pequeño, con el que atacaban sin miedo a los soldados enemigos,clavándoles ese puñal en el corazón. Otra peculiaridad de los japoneses era que jamás huían. En el caso de que un avión se quedara sin combustible, eran capaces de estrellarse contra barcos enemigos en vez de volver y repostar. En la infantería, si un soldado japonés se quedaba sin balas, iban con la bayoneta a por los soldados sin temor. Su grito de guerra en esta acción kamikaze era:¡BANZAI!

Sabiendo todo esto, la última semana del entrenamiento consistió en caminar por lugares, y que soldados aliados aparecieran de la nada y te atacaran con cuchillos de plástico o rifles sin cargar. El objetivo era que nos diésemos cuenta de su presencia, y que consiguiéramos escapar de su puñal viniendo hacia nosotros o de su rifle apuntando y disparando. El coronel Harry fue el hombre que entrenó a mi pelotón. Un hombre serio y poco hablador. Eso sí, antes de que el entrenamiento finalizase, nos dio un consejo que nos dejó marcados a todos:

"Si oís la palabra BANZAI, corred"

Es una de las pocas cosas que nos dijo este coronel aparte de órdenes y demás. Un día después de terminar el entrenamiento, me enteré sin previo aviso de que Tom había partido a Alemania. Ya era imposible irme con él. No lo intenté, ya que era casi imposible que nos tocara en la misma región. Apareció el general Colfield para decirnos que nuestro avión estaba listo para ir a Japón. Me puse mi gorra, cogí la mochila, eché una mirada hacia atrás, suspiré, y me subí al avión.

"Buenos días a todos pasajeros. Soy Mike, piloto de la Brigada Houston, y este avión es mi pequeña 'Saly'. No tardaremos más de cuatro horas en llegar, así que pónganse cómodas señoritas, el viajes es largo"